Dice el cantante de Marea, de cuyo nombre no consigo acordarme, y que por ello mi hermano me matará lentamente con alguna vieja maldición punk; en la canción El Perro Verde que no consigue juntar el agua con aceite. ¡ay!
Pues yo sí, he visto juntarse el agua con aceite, y como no tengo ganas de currar, esta noche voy a contarlo.
Cuando era muy pequeño, estaba muy malito, mis padres anduvieron por el mundo buscando respuestas, y no encontraron muchas, pero esa es otra historia.
Un, o una, curandero, o curandera, les ofrecio la posibilidad de aprender a diagnosticar y a curar el mal de ojo. Esto solo se podía enseñar la mañana de Viernes Santo, a mediodía, y solo se podía aprender una de las cosas a la vez.
Así que mi padre y mi madre, un Viernes Santo, fueron a aquella casa, y aprendieron él a curar el mal de ojo y ella a detectarlo.
Los dos procedimientos son muy raros.
Para curar el mal de ojo, mi padre, apoya un pañuelo en la barriga y lo dobla acercandose y alejandose, del "paciente", mientras reza.
Es siempre extraño ver a mi padre con un mono marron, olor a serrín y sudor, con sus manos callosas y duras doblar un pañuelo largo y suave, acercandolo y alejandolo de alguien normalmente bien vestido, y algo asustado, pues suele ser un niño.
Mi madre para saber si tiene mal de ojo, mientras reza y se santigua, coje la mano derecha del "paciente" con su mano derecha, y con la mano izquierda moja su dedo indice en aceite de oliva, deja caer una gota sobre el dedo indice del paciente y deja, a su vez, que la gota caiga en un recipiente con agua. La mayoría de veces la gota flota sobre el agua, como todos esperamos. Algunas veces, la gota se va desvaneciendo y mezclandose con el agua.
Intenté buscarle una explicación a la mezcla del agua con aceite, desde que me asomaba de puntillas a ver que era todo aquello, y todavía no la encontré.
Ahora ya no le busco explicación, como no le busco explicación a que los caballos te miren a los ojos al anochecer.
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